Poca diversión

6 am y la misma historia de siempre, llegar a casa de lado, media hablando con el perro de porcelana del descansillo, el que está en la puerta de la casa de doña Julia, mi vecina, hasta que por fin entra la llave en la cerradura de mi casa y consigo abrir y entrar. Al ver mi casa, y su estado, lo que realmente me apetece es dar media vuelta y volver al garito donde tan bien lo he pasado y tantas horas he perdido a lo largo de mi vida, pero por suerte o por desgracia, ya no tengo 21 años.

Copas tiradas por el suelo, papeles, botellas, todo lo posible habido y por haber estaba en mi salón. Las despedidas de un colega son duras, pero la fiesta que le precede no tiene comparación. Joder, si hasta creo que han intentado hacer un castillo de naipes con los objetos de la caja prohibida, esa en la que guardo los regalos y detalles que me hacia mi ex… hijos de puta, hay uno que incluso esta quemado, mis amigos, si señor,

A pesar de todo, la noche había transcurrido más o menos de forma tranquila, bueno, la noche, el día, porque la celebración comenzó a las 11 am del día anterior. Aún así yo tenía fuerzas para una ultima cerveza y un último pitillo, aparto las cantidades ingentes de basura que ocupaban mi sitio del sofá y me pongo a recordar los grandes momentos que he vivido con mi colega Marcos, el de la fiesta, el que se va 3 años a Nueva Zelanda a «trabajar» con una beca un poco rara la verdad. Lo voy a echar de menos, sobretodo porque estos últimos 9 meses ha estado viviendo conmigo, me ha ayudado mucho con mi ruptura, bueno, y ahora que lo pienso, el cabrón no me ha pagado ni un mes de alquiler ni comida ni na’, cosas de amigos supongo.

Suena la puerta, pero el timbre sino la puerta, a hostias limpias vaya. Joder, me he quedado dormido con la cerveza en la mano, y como no, la camiseta quemada por el pitillo, vaya novedad, ironía. Los golpes a la puerta no cesan y eso me acojona, son golpes violentos, como si me quisieran pegar una paliza o le debiera dinero a alguien. Miro el reloj, las 4 pm, ha pasado hasta la hora de comer. Me levanto del sofá y agarro una botella de vodka antes de ir a abrir la puerta, es mejor prevenir que curar, y me dirijo a la prueba de fuego. ¿Me apuñalarán cuando abra? ¿Será mi madre?. Veremos a ver.

Abro la puerta y para mi sorpresa las personas que me esperan detrás de la puerta no son asesinos, o al menos eso creo, pero mucho menos son mi madre. Es la puta policía acompañados de doña Julia. «Buenos días agentes, buenos dias doña Julia, ¿desean algo?» digo con una voz que exhala al demonio, menudo aliento de mierda que gasto. Doña Julia con un tono agresivo, e incluso un poco psicópata, agarra a uno de los policías por el brazo y señalandome con su octogenario dedo delator grita:

— Es él, él es el asesino de mi Jorge, además lleva un día completo haciendo un ruido insoportable y de fiesta.

Yo, sorprendido, miré a esa demente señora que me acusaba de asesinato y alegué que no conocía a ningún Jorge y mucho menos que lo había matado. De repente la maldita vieja me mostró la cabeza del perro de porcelana y me vino un flash mental que me hizo recordar una cosa de la que me avergonzaré durante muchos años, aunque en realidad también me hace mucha gracia. Llegué a casa a las 6 am, hasta ahí la historia si es como la recordaba, pero por lo visto, mientras intentaba abrir la puerta, el perro se me tiró a morder, o eso me pareció creer a mi y le lancé una patada, lo que provocó que lo destrozara en decenas de trozos.

Yo todo esto se lo negué a la policía repetidas veces, pero por lo visto en mi comunidad de vecinos habían acordado poner cámaras de seguridad en los rellanos, por temas de seguridad. No voy a relatar lo que esas imágenes muestran, bueno, solo haré un resumen, un yo muy borracho tirado en el suelo, con la cabeza del perro sobre mi regazo y llorando a lágrima viva por el «asesinato» cometido.

La verdad es que revisando las imágenes, a parte de sentir una gran vergüenza, se me escapó una carcajada que contagié a los policías que acto seguido pusieron un gesto serio al ver la cara de doña Julia y me pidieron que los acompañara a comisaría. «Pero como a comisaría, si ese puto perro es un ser inerte, no merezco ir a la cárcel por esto» alegué a la policía entre gritos de nerviosismo.

— No es ese el motivo por el que hemos venido, aunque deberá pagar los daños. Por favor acompáñenos. —dijo uno de los polis, a lo que yo accedí sin oponer resistencia alguna, obviamente no soy gilipollas.

Al llegar a comisaría ahí estaban, todos en un banco, en linea, mis putos amigos con la ropa del día anterior y los brazos a la espalda, esposados, y con ellos se iba a sentar uno más, el capitán, yo. Casualmente estábamos todos, Marcos, Lucas, Carlos, Mario, Pedro, Nacho y yo. Los 7, los miembros del equipo de verano de fútbol sala del barrio, ese que una vez casi ganamos si no llega a ser por el catastrófico robo que nos hizo el árbitro. Los cremas se llamaba el equipo.

Le comenté esta curiosidad a los chicos y todos se rieron ante mi mirada atónita por no tener ni idea de lo que estaba pasando ahí. Marcos, el más sensato y el que estaba más serio me miró y me explicó lo que acababa de pasar:

— A ver puto inconsciente, como se que cuando te emborrachas pierdes la memoria te voy a hacer un croquis de lo que pasó ayer. Estábamos en la casa bebiendo y celebrando mi despedida cuando de repente Nacho apareció con una foto de cuando fuimos subcampeones del torneo con «Los cremas». En ese momento tu y yo estábamos dándole fuego a uno de los regalos que te hizo tu ex (con que fui yo y no ellos jeje) y montamos en cólera al recordar la injusticia del árbitro. Avisamos a todos y empezamos a recordar todo lo que hicimos para que al final nos robaran como a pardillos, cuando el iluminado del amigo Mario nos dijo que sabía donde vivía el árbitro, que era vecino suyo. Así, como verdaderos héroes fuimos a su casa y bueno, le cagamos el césped fue lo que menos podría decirte. Lo que al iluminado de tu amigo se le olvidó decirnos fue que el árbitro es un puto juez del Tribunal Supremo, lo que yo llamo un dato sin importancia.

Los otros 5 al oir la historia otra vez comenzaron a reir, y a mi, la verdad me salió una sonrisita, que claramente se me quitó cuando apareció el puto árbitro/juez por la puerta.

— ¿Así que vosotros sois los que os habéis colado en mi casa y habéis liado un buen chocho no? Pues os vais a cagar con la que os ha caído guapitos. Además he estado hablando con el jefe de policía y me ha contado la historia del torneo, ¿en serio ha sido por esa mierda? La verdad es que no debería decir estas cosas pero si, es cierto, os merecíais ganar ese torneo, lo habíais hecho de puta madre y la final la estabais bordando, pero ¿sabéis que pasaba? Que si ganabais vosotros no ganaba mi sobrino, y claro, una ayudita no estaba de más. Pero bueno, tampoco creo que fuera para que os ganaseis esta gran multa que os va a caer chicos. Por cierto, gracias, me vais a pagar la reforma de la cocina y del baño.

En estas, Marcos, que ya había perdido el vuelo y por lo tanto el trabajo de 3 años en Nueva Zelanda mira al árbitro/juez «señor, ¿le puedo decir algo?», a lo que él asiente.

—Me cago en sus putos muertos —dijo Marcos.

Este comentario saca una sonrisa del árbitro/juez «muy bien guapete, te van a follar de lo lindo en la cárcel» y se retira al despacho del jefe de policía. El puto cabrón nos acababa de ganar otra batalla, pero no hay dos sin tres, volveremos a por más. Porque somos Los cremas.

Deja un comentario