Limpieza en pasillo 3.

Bueno, bueno, bueno, esto que voy a contar hoy es de las cosas más extrañas que me han pasado dentro del Ecomarket. Todo esto ocurrió en mis primeras semanas como empleado, aun no se confiaba en mi como para ser el cajero principal y mucho menos tenía la fama de justiciero ni el caché que tengo ahora.

En esa época era un joven aprendiz de dependiente que me estaba curtiendo a las órdenes del que siempre fue una leyenda del super, «Ras, el rasta». Básicamente Ras era un tío que tenía 58 años pero aun mantenía su actitud de rastafari que lo había hecho famoso en el barrio, bueno su actitud y su gran cantidad de plantas de marihuana con la que se enriquecía, lo de su empleo en el super fue siempre por amor al curro y por blanquear y evitar sospechas.

Ras se convirtió en el primer encargado que de verdad molaba del Ecomarket gracias a su dedicación, a su trato personal con el cliente y sobretodo a su habilidad para las matemáticas, el tío era una maldita calculadora humana. Antes de Ras nuestra encargada era Gilda, pero ya hablaré de esa pedazo de zorra en otra ocasión. Por ahora solo puedo decir que Gilda odiaba a las personas en general pero a los nuevos empleados en particular y decidió ponerme bajo la supervisión de Ras, para así matar dos pajaros de un tiro y que nos echaran a los dos (TE JODES QUE SIGO AQUI).

De Ras aprendí muchísimo, aprendí a valorar al cliente, a tratar con las personas y a comprender que todos somos semejantes. Aprendí a tomarme el trabajo con calma, al final solo es un trabajo, pero aprendí a amarlo como a una prolongación más de mi ser. Comprendí que la filosofía zen que tenía ese maldito loco me haría soportar el duro trago de aguantar los primeros meses en un trabajo al en el cual no me sentía para nada a gusto y que incluso llegaba a odiar. Fue un gran profe Ras, allá donde esté seguro que lo quieren igual que lo queremos aquí. Creo que ahora anda por Jamaica o por Uruguay, huyó justo en el momento exacto, antes de la ola de redadas del barrio, lo que se conoció como La semana del crack del dos mil y algo.

Bueno, pues en una de estas que estoy limpiando las estanterías del pasillo 3, el pasillo de los detergentes y suavizantes, con la filosofía de Ras —hay que limpiar el super como si de nuestra casa se tratase, no querrás que la poli encuentre algo que necesites— cuando de repente noto como mi mano se impregna de alguna rara sustancia, algo un poco viscoso, era mierda vaya, pero puta mierda humana.

Tras aguantar el vómito instantáneo que me entró al averiguar que coño era eso fui a comentarselo a Ras, que inmediatamente me dijo que lo limpiase y que seguramente se tratase de un poco de excremento de bebé ya que esa era una zona muy transitada por madres. Yo oí, obedecí y seguí mi camino y mi trabajo.

A la semana siguiente, en el mismo pasillo volvió a ocurrir algo que me llamó la atención, en el mismo sitio había heces humanas, pero esta vez estaban más repartidas y había en mayor cantidad, esto ya no podía ser un bebé, al menos un bebé humano. Se lo volví a comentar a Ras, que me dijo a su modo que me callase la boca y siguiese limpiando como el me había enseñado. Yo obedecí, pero había algo que me olía mal y no era precisamente la caca, que también.

Pero una semana después, cuando me tocaba limpieza en el pasillo tres antes de tocar con la mano caca o algo mucho peor decidí observar bien que había en las estanterías, y efectivamente había algo raro, seguía habiendo caca humana, y lo raro es que siempre estaba en el mismo sitio, en la zona de los detergentes en polvo de lavadora. Esta vez yo me callé y la limpié, pero me juré que averiguaría que era lo que estaba pasando en ese bello y maldito lugar a la vez.

Lo comenté con Ras y el me desaconsejó que intentase llegar al fondo del asunto, pero yo estaba harto de limpiar mierda todos los días que me tocaba limpiar a fondo el pasillo tres. Así que un día, precisamente el día que anterior al de la limpieza del pasillo tres, estuve expectante y vigilante ante los acontecimientos que podrían darse con respecto al tema de la caca en ese lugar. Pasaban las horas y allí no ocurría nada, bueno, lo de siempre, gente abriendo los detergentes para ver como huelen y cosas por el estilo. Lo más extraño que ocurrió, extraño y asqueroso, fue que descubrí quien era el cabrón que abría los desodorantes de roll on, los usaba y los dejaba, era Javi, el sobrino del dueño, que siempre se iba a comprar una tableta de chocolate tras su entreno de fútbol y ya de paso pues se ahorraba una duchita el tío. Los usaba sudado y los dejaba el puto cerdo. Aunque eso cesó cuando puse el cartel ‘Javi, se que eres tú, duchate un poco y deja de usar deshodorante encima del sudor, que eso luego huele peor, jodio cerdo. Al resto, os vigilo. Firmado, el vigilante silencioso‘.

Esa noche, hablé con el segurata para ver si podía hacer la ronda con él, que me dijo que si, siempre y cuando le diese todas las noches un paquete de oreo pero de las de marca blanca, sus favoritas, a lo que no me pude negar. También le pregunté si él no había visto nada raro por las noches, a lo que me contestó: «Con la mierda que cobro que le den gracias a que no robo, yo llego y me duermo en la garita». Yo eso lo vi admirable la verdad.

La noche comenzó y las cosas iban normal, no había a penas ruido y estaba el ambiente bastante tranquilo, pero a las 3 o 3 y media de la madrugada empecé a escuchar ruidos, ruidos como de un mono o algo por el estilo y empecé a sentir como que a parte de mi en esos pasillos había otra presencia, un depredador más. Y me acojoné, iba cagadisimo por los pasillos y mi único objeto para defenderme era la linterna que me había prestado el segurata antes de irse a dormir.

Comencé a escuchar ruidos en el pasillo 3, y por mucho miedo que tuviese me armé de valor y me dirigí hacia una muerte casi segura (prefería morir a seguir limpiando mierda humana los miércoles). Los ruidos se hacían cada vez más y más intensos, y violentos. Ya en la esquina de la estantería que dividía el pasillo 2 del 3 me escondí y aguardé a que los ruidos fuesen menos intensos, pero eso no ocurría, así que me invadió el nerviosismo y decidí salir a pecho descubierto, algo que después lamentaría.

Salí violentamente a grito de «¡Me cago en mis muertos que coño pasa aqui!» y lo que vi fue una imagen que tardaría en dejar de ver por las noches en sueños. Un hombre mayor, con rastas y únicamente tapado con un taparrabos con una postura encorvada como un mono y moviéndose y hablando como un pequeño primate. Estaba dejando cosas, que luego descubrí que era mierda humana, entre los detergentes y cuando salí se asustó tanto que me lanzó una mierda con la mano y me dio en toda la boca (mmmmm que rico eh). Era el puto Ras.

Después de limpiarme lo perseguí durante 15 minutos por el super hasta que el segurata le hizo un placaje propio de la final del seis naciones y conseguimos reducirlo. Tras 10 minutos echándole agua del baño en la cara a ese hombre volvió en si y nos contó una movida rarísima sobre lo que le pasa:

—Tios, sabéis que yo estuve dos años en la selva alejado de la vida capitalista y sabéis lo que sufrí cuando esa tribu canival me secuestró y casi me matan. Pues en ese periodo me dieron de todo tipo de drogas que me reventaron el cerebro y ahora, todos los martes por la noche me pasa esto, me mimetizo con la naturaleza, me vienen reminiscencias de lo que fui en aquellos dos años y se me pira la puta olla colegas… es algo muy jodido que quería ocultar a la gente—admitió Ras.

También nos dijo que en esa época le estaba dando por ser un mono y que a su versión mono le encantaba tirar mierda a la gente y a las cosas y odiaba la limpieza, por eso la mierda en ese pasillo. En ese momento me cuadró todo.

Yo, como buen aprendiz de Ras nunca lo delaté e incluso le ayudé en su enfermedad/locura, algo que lo impulsó a ser el mejor encargado de la historia del Ecomarket y a poderse retirar a gusto a donde le dio la gana. En cuanto a mi y al segurata todos los meses nos llega una gran cantidad de marihuana de origen desconocido a casa, nos la envía un tal Rey Mono, no sabemos aun quien es.

En esta primera época sufrí muchas locuras y episodios que harían que muchas personas abandonasen su puesto de trabajo, pero yo ya había decidido que el Ecomarket era mi vida y aguantaría lo que hiciese falta. Volveré con historias de esa época y de mi etapa de oro en el Ecomarket, hasta la fecha, portaos bien.

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